Podríamos hacer las cosas más rápido. Podríamos recortar tiempos, usar piensos industriales, criar en naves cerradas. Pero entonces, no seríamos nosotros.
En Bueyes de León, elegimos el camino largo. El que huele a heno recién cortado, el que se recorre entre montañas, el que necesita paciencia. Porque sabemos que hacer las cosas bien no es cuestión de tecnología, sino de actitud.
Aquí, cada decisión importa: el origen del animal, su alimentación, el tiempo que pasa madurando en cámara, el gesto de quien lo corta a cuchillo. No es perfeccionismo, es respeto. A nuestro oficio, a nuestros clientes, y sobre todo, al animal. Y sí, podríamos producir más. Pero preferimos que cada pieza que salga de nuestras manos sea una pieza de la que podamos sentirnos orgullosos. Porque si no emociona, no vale la pena.
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